Auto desvalorización

La influencia de cómo nos relacionamos con nosotros mismos en nuestros hijos

¿Cómo nos relacionamos con nosotras mismas?
¿Qué tipo de pensamiento tengo sobre mi misma?
¿Cuál es mi diálogo interno en relación a lo que hago y lo que soy?
¿Estoy pendiente de mis necesidades lo que pide mi cuerpo y mi mundo interno?
¿Me doy el tiempo y el cariño que merezco?

Éstas son las preguntas que nos ayudan a situarnos y tomar conciencia de qué manera nos relacionamos con nosotras mismas. En muchas ocasiones las respuestas a estas preguntas no son de cariño, atención, consideración, comprensión, empatía y amor. Reconocerlo es un paso importante que nos puede llevar a reflexionar.

Sabemos que nuestros hijos aprenden principalmente por el ejemplo que les damos y poco por lo que les podemos decir. Aunque parezca una evidencia, todos queremos ser el mejor ejemplo para nuestros hijos pero tenemos que reconocer que llevamos nuestra historia, un pasado con más o menos carga emocional y que no hay varitas mágicas para hacerlo desaparecer todo y llegar a ser una madre “ejemplar”. Así que bien el primer paso es de reconocerlo para poder cambiar lo que consideramos que sea necesario cambiar. Si yo quiero que mi hijo aprenda a quererse, valorarse debería empezar conmigo misma.

Esta reflexión nos lleva a considerar la auto desvalorización y su gran influencia en cómo establecemos la relación con nuestros hijos y nuestro entorno. Si yo parto de la falta de valoración de cómo me estoy ocupando de mis hijos, habrá siempre un
sentimiento de que no es suficiente o que lo que hago nunca es suficientemente bien. Generando así la sensación de tener que dar más, hacer más con un sentimiento de sacrificio sin poder llegar a sentir que lo que hago es suficiente, es reconocido y recibido con agradecimiento. Evidentemente es
una manera de no darle valor a nuestro trabajo, a nuestro tiempo que vemos entonces reflejado en los demás, nuestra familia y nuestros hijos al no sentirnos valorados por ellos.

Además a menudo caemos en la comparación y percibimos que los demás siempre lo hacen mejor generando aún más frustración y malestar.

Impacto de nuestra gestión emocional en la educación de nuestros hijos

En la actualidad se habla mucho de las emociones y de la influencia que tiene la buena gestión de las mismas en nuestras vidas. Para mí se trata de desarrollar la inteligencia emocional que permite identificar, reconocer, comprender, aceptar y trascender todo lo que podemos sentir frente a los
acontecimientos de nuestras vidas.

Esto es algo que nuestros padres no nos han podido enseñar porque ellos mismos no lo sabían hacer. Pero hoy tenemos una gran ventaja, tenemos ese conocimiento y podemos seguir desarrollando esta conciencia para nosotros y para nuestros hijos.

El impacto que produce nuestra gestión emocional de nuestros hijos es considerable. Al día de hoy comprendemos y sabemos que muchos de nuestros conflictos y maneras de reaccionar tienen un origen en nuestra infancia y de las experiencias en relación a mamá y papá. Sin querer entrar en la psicología podemos reconocer que las heridas y traumas de nuestra infancia tienen una influencia en cómo me comporto y reaccionó en el día día y también en lo que siento en relación a lo que vivo.

Esto es precisamente lo que podemos aprender a liberar y trascender para poder cambiar nuestra manera de afrontar las situaciones de la vida, nuestra actitud y comportamiento frente a nuestros hijos. Permitiéndonos así disponer de nuestro poder de elegir de qué manera quiero educar a mis
hijos.

Por ejemplo, soltar los miedos para poder afrontar el desarrollo de mi hijo desde la confianza y seguridad, valorando de manera objetiva y reconociendo sus capacidades cuando lo veo empezar a aventurarse y trepar a los árboles, o cuando debe afrontar un conflicto que tiene en el colegio, o a la hora de aprender a andar en bicicleta. Porque aunque mi intención sea de transmitirle seguridad y confianza en sí mismo y en la vida, lo que le voy a transmitir es lo que estoy sintiendo. Si hay miedo a que se haga daño o que vaya a sufrir, no podré transmitirle esa confianza y dejarle el espacio que necesita para hacer sus experiencias y aprender de ellas, limitando su desarrollo y la construcción de su auto estima.

En consecuencia mi hijo se construirá con esas emociones y las consecuencias de las mías en su educación, convirtiéndose en un adulto que vivirá ese tipo de emociones a la hora de afrontar sus propias situaciones de vida.