Heridas de la infancia

El hecho de tener hijos nos pone de golpe frente a nosotras mismas. Aunque conscientemente sabemos que traemos al mundo a un ser humano que tendrá sus gustos y carácter propio, nos vemos totalmente reflejadas en él. Nuestro inconsciente nos lleva a revivir nuestro pasado, nuestra infancia
desde el momento del nacimiento a través de las vivencias de nuestros hijos.

Todas las experiencias, vivencias y sobre todo cómo lo hemos vivido y sentido quedan guardadas en nuestro inconsciente de modo que los momentos difíciles, de estrés emocional y las heridas resultantes se reavivan al ver como nuestro hijos van experimentando cada situación de la vida. Aunque totalmente olvidado, un gran sufrimiento puede resurgir al ver nuestro hijo/a atravesar alguna etapa de su desarrollo.

Por ejemplo, el sentimiento de abandono generado porque nos dejaban de bebé llorar mucho a solas en nuestra habitación es un ejemplo de herida que puede habernos marcado y resurgir al ver nuestro hijo/a en su proceso de aprender a dormirse solo/a. Muy probablemente generando malestar para la madre y dificultad añadida par el bebé en su aprendizaje. El haber sufrido rechazo (o haberlo vivido como tal) de la parte de algún miembro de la familia nos puede dificultar el apoyo y acompañamiento que le ofrecemos a nuestro hijo/a cuándo empieza a relacionarse con su entorno fuera del núcleo familiar.

En primer lugar, el hecho de que aflore el dolor, el sufrimiento (sin que seamos realmente conscientes de ello) nos impide ver que se trata de otra situación, que nuestro hijo/a es una persona con sus capacidades y recursos propios para afrontar y darle respuestas a las situaciones que está experimentando. El acompañamiento y apoyo que les brindamos se ve entonces totalmente condicionado y dificultado por nuestro mundo emocional interno y nos impide responder de forma apropiada a lo que sí hay y están viviendo nuestros hijos en realidad.

Las heridas de la infancia no solo nos condicionan en la manera en que enfrentamos las situaciones de la vida y la respuesta que le damos a los acontecimientos que se nos presentan sino que también la manera en que vemos a nuestros hijos y la manera en que los guiamos a través de la vida.